jueves, 2 de abril de 2015

Estrategias totalitarias

Cuando una nación se dirige, a través de la política y la economía, hacia una creciente intervención del Estado, sus habitantes actúan como aquel pasajero que sube a un tren y que puede bajar en una estación próxima (socialdemocracia, populismo) o bien hacerlo al final del recorrido (totalitarismo). De ahí que debemos analizar primeramente la estrategia adoptada para llegar a la primera etapa del recorrido para, luego, encontrar en la “profundización” del viaje, una sociedad con características totalitarias.

En nuestra época, se ha ido alejando la posibilidad de llegar al socialismo mediante revoluciones violentas, de ahí que el marxismo ha optado por la estrategia de llegar al gobierno mediante elecciones, simulando un comportamiento democrático, mientras que, si la situación lo permite, buscarán la eliminación de los partidos políticos opositores, o bien, como objetivo inmediato, ejercerán su difamación pública, constante y persistente, a través de los medios masivos de comunicación pertenecientes al Estado, o a empresas adherentes.

Bajo gobiernos populistas se busca la redistribución de las riquezas con la principal finalidad de obtener gran cantidad de votos en futuras elecciones. El analista político británico Robert Moss escribe:

“La religión de la igualdad, que adoptando diversas formas es la apología del gobierno con facultades ilimitadas en las sociedades democráticas actuales, tiene su credo en tres elementos principales: Primero: niega lo que es obvio, es decir que existen diferencias de capacidad intrínsecas en cada hombre. Segundo: perpetúa la mítica teoría laboral del valor. Tercero: aprueba el criterio de «lo queremos ya»-el clamor en pro del consumo inmediato- y apela a esos oscuros resortes de la envidia que existen en la mayoría de los hombres”.

“Una sociedad que gasta sus energías en redistribuir riquezas en vez de crearlas, sucumbirá al estancamiento y eventualmente fracasará en satisfacer las mismas expectativas de riqueza sin trabajo que había alentado”.

“Se nos dice que todos los problemas creados por el socialismo igualitario serán solucionados aumentado el número de esos mismos problemas. Las industrias estatales son ineficaces, de modo que nacionalizaremos más industrias. La inversión privada ha sido asfixiada por los impuestos en aumento constante y por los utópicos sistemas de subsidios y controles de precios, por lo tanto también los aplicaremos en mayor número –y si las empresas irremediablemente deficitarias van a la quiebra, ¿por qué no incorporarlas también al sector estatal con el objeto de no perder fuentes de trabajo?”.

“Los niveles de la instrucción impartida por el Estado están declinando debido a la difusión de la enseñanza «generalizada», de manera que eliminaremos las escuelas bien orientadas o independientes que aún quedan. El servicio de Salud Pública carece de los fondos necesarios, así pues, prohibiremos a los pacientes pagar por las camas”.

“Las prácticas restrictivas impuestas por los sindicatos constituyen algunos de los principales obstáculos para el despliegue racional de los recursos económicos, como también una seria amenaza para el derecho de un hombre a elegir a su empleador, de manera que incrementaremos el poder de los gremios fomentando la afiliación obligatoria y el derecho a formar piquetes intimidatorios. Todo se hará en nombre de la Igualdad y de los Derechos del Hombre, pero si somos honestos al respecto admitiremos –como estuvo siempre dispuesto a hacerlo un laborista de izquierda miembro del Parlamento en un reciente articulo- que estamos actuando así porque «ahora somos los amos»”.

“En multitud de casos se ha podido observar la corrupción moral que acompaña a la burocratización de la vida económica y a la extensión del Estado Benefactor. La mentalidad empresarial o de iniciativa cede paso a la mentalidad de «empleado» o «pensionado»; por cierto, la inmensa mayoría de nosotros somos empleados o pensionados. El peligro implícito de este nuevo esquema ocupacional es que la apatía frecuentemente acompaña a la estabilidad del empleo. Algunas de las grandes empresas norteamericanas lo superan creando presiones, tensiones y un elemento competitivo dentro del ámbito de trabajo, que bien puede eliminar a los ejecutivos a la edad de cincuenta años. No estoy recomendando eso, pero puede argumentarse que es preferible a los síndromes de «hacer tiempo» y «observar el reloj», que tan deprimentemente se ha generalizado en todas partes” (De “El colapso de la democracia”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1977).

La descripción anterior, que corresponde a la sociedad inglesa de los 70, coincide en varios aspectos con descripciones que se hacen de la sociedad argentina actual (2012). En elecciones pasadas, el pueblo resolvió apoyar la “profundización del modelo”, que consiste esencialmente en una redistribución de riquezas vía impresión monetaria, que implica una inflación del orden del 20% anual. Al priorizarse el consumo sobre la inversión, vía subsidios, se ha pasado de un superávit energético a la necesidad de importar gas y petróleo. Ante la falta de incentivos y de seguridad jurídica, los capitales nacionales y extranjeros han optado por irse a otros países. Se afirma que en el año anterior, de los capitales europeos invertidos fuera de Europa, un 40 % llegó a países de Latinoamérica, excepto a dos: Venezuela y Argentina.

Los movimientos totalitarios buscan legitimar su accionar invocando enemigos, reales o ficticios, de los cuales protegerán al pueblo, y por lo cual requieren lograr el poder absoluto ejercido desde el Estado. El Premio Nobel de Literatura Alexander Solyenitzin describía la actitud dominante en épocas del Imperio Soviético:

“Durante decenios, en los años veinte, treinta, cuarenta y cincuenta, toda la prensa soviética decía: «¡Capitalismo occidental, llegó tu fin! ¡Te aniquilaremos!»”.

“Lenin desarrollaba el marxismo y ocupaba el primer plano con su intolerancia ideológica. Al leer sus obras uno se asombra por el cúmulo de odio originado en mínimos desacuerdos, cuando las opiniones difieren por un pelo. Lenin desarrollaba el marxismo en la dirección de su odio al género humano”.

“La ideología que ellos defienden propone aniquilar vuestro régimen. Es su finalidad desde hace ciento veinticinco años. Nunca ha cambiado. Sólo los métodos han cambiado un poquito. ¡Y cuando se lleva a cabo el aflojamiento de la tensión, la convivencia pacifica y el comercio, insisten en que la guerra ideológica debe continuar! ¿Y que es la guerra ideológica? Un cúmulo de odio, la repetición del juramento: el mundo occidental debe ser aniquilado. Como otrora en el Senado de Roma un famoso senador terminaba sus alocuciones con la sentencia: «Cartago debe ser destruida», también hoy, en cada acto de comercio o de relajamiento de la tensión, la prensa comunista, las instrucciones reservadas y miles de conferenciantes repiten: ¡El capitalismo debe ser aniquilado!”.

“Quiero recordarles cómo comenzó este sistema: Llegó al poder mediante las armas. Disolvió la Asamblea Constituyente. Capituló ante Alemania, por entonces enemigo común. Introdujo la represión violenta mediante la Cheka; una represión ejecutada sin juicio previo. Aplastó las huelgas obreras. Saqueó sin piedad a los campesinos hasta que empezaron las rebeliones agrarias y cuando éstas se extendieron, las ahogó en sangre. Destruyó la Iglesia. Arrojó al abismo del hambre a veinte provincias. Este fue el sistema que estableció los primeros campos de concentración del mundo”.

“Este fue el sistema que, por primera vez en el siglo XX, se valió de rehenes, es decir, la detención no sólo de aquel al que se persigue sino de toda su familia y la detención de gente tomada al azar para ser fusilada. Fue el sistema, mucho antes que el de Hitler, que introdujo las falsas citaciones de registro, así, tal o cual persona debe presentarse para registrarse, concurren y son llevados para su aniquilación. Fue el sistema que engañó a los trabajadores con sus decretos: el decreto referido a la tierra, el decreto de paz, el decreto sobre las fábricas, el decreto acerca de la libertad de prensa. Fue el sistema que aniquiló a todos los otros partidos. No se limitó a anular los partidos, no los disolvió, sino que aniquiló a sus miembros. Fue el sistema que ejecutó el genocidio de los campesinos; quince millones de campesinos fueron aniquilados. Fue el sistema que introdujo la esclavitud a través del así llamado «régimen de pasaportes». Fue el sistema que, en plena paz, provocó artificialmente el hambre en Ucrania. Seis millones de personas murieron en Ucrania de hambre, a las puertas mismas de Europa, entre 1932 y 1933” (De “En la lucha por la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1976).

Las recientes y actuales crisis económicas en países europeos y en los EEUU, alienta la esperanza de los totalitarios de poder ver con sus propios ojos la caída final del capitalismo. En realidad, los problemas aparecidos en estos países se deben a que son economías intervenidas desde el Estado, que interrumpen y distorsionan el accionar del mercado, por lo que en realidad responden a esquemas próximos al socialismo antes que al capitalismo.

En la Argentina, el peronismo original, cercano ideológicamente al fascismo, tuvo una prédica opositora al capitalismo y a los EEUU, como si todo ciudadano estadounidense adhiriera ideológicamente al liberalismo económico, lo que no es real. A sus opositores locales, la “oligarquía”, se los asociaba al enemigo que debía combatirse. No es de extrañar que actualmente no exista ningún partido político, a nivel nacional, de tendencia democrática (liberal y capitalista), sino que mayormente se trata de partidos populistas, o bien, totalitarios, pero con un disfraz democrático. E. F. Sánchez Zinny escribió:

“El proceso político-social que engendró la asonada militar de 1943, entró en crisis revulsiva en 1946, con el gobierno francamente totalitario del peronismo. Y alcanza el cenit de la descomposición moral, cuando se invita al pueblo a reelegir al dictador para un nuevo periodo presidencial”.

“Se preparó la máquina electoral y se produjo la modificación de la Constitución de 1853, para hacer posible el continuismo de la tiranía. La planificación impuesta al país, respondía íntegramente a esa finalidad política y los métodos usados pusieron a su servicio todos los recursos del Estado. Para hacerlos más eficaces se amordazó la opinión y las cárceles se llenaron de ciudadanos opositores. No bastaba silenciar las voces y se sembró el terror para amedrentar a pusilánimes e indecisos. Para los otros, los paniagudos, el hartazgo. Así pretendíase domesticar al país”.

“El pueblo sugestionado por la prensa asalariada, aturdido por la radio oficial y confundido por la avalancha desatada de todas las potencias dirigidas del Estado, acató el reclamo de la farsa. Y pidió la reelección del ex presidente para un nuevo período y que su esposa integrara la fórmula presidencial. Así no habría duda que ¡eran de Perón!” (De “El culto de la infamia”-Tomo II- de E. F. Sanchez Zinny-Buenos Aires 1958.

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