viernes, 3 de abril de 2015

La politización de la sociedad

Se considera como politización al excesivo interés de la población por la política, hecho que responde, entre otras causas, a que el ciudadano desconfía del rumbo que el gobierno le ha impuesto al país. Cuando, por el contrario, la ciudadanía advierte que las cosas andan bien, pocos hablan de política o de economía. Es un fenómeno similar al caso del seleccionado nacional de fútbol, ya que, cuando el aficionado tiene confianza en el director técnico, casi nadie discute proponiendo quien debería ingresar al equipo o quien debería salir.

La politización es un fenómeno que caracteriza al proceso de la masificación, por el cual los demagogos tienden a dejar atrás al individuo pensante de una sociedad democrática para llevarlo a ser un hombre masa integrante de una sociedad colectivista. José Ortega y Gasset escribió: “El politicismo integral, la absorción de todas las cosas y de todo el hombre por la política, es una y misma cosa con el fenómeno de rebelión de las masas que aquí se describe. La masa en rebeldía ha perdido toda capacidad de religión y de conocimiento. No puede tener dentro más que política, una política exorbitada, frenética, fuera de sí, puesto que pretende suplantar al conocimiento, a la religión, a la «sagesse» -en fin, a las únicas cosas que por su sustancia son aptas para ocupar el centro de la mente humana. La política vacía al hombre de soledad e intimidad, y por eso es la predicación del politicismo integral una de las técnicas que se usan para socializarlo”.

“Cuando alguien nos pregunta qué somos en política, o, anticipándose con la insolencia que pertenece al estilo de nuestro tiempo, nos adscribe a una, en vez de responder debemos preguntar al impertinente qué piensa él que es el hombre y la naturaleza y la historia, qué es la sociedad y el individuo, la colectividad, el Estado, el uso, el derecho. La política se apresura a apagar las luces para que todos estos gatos resulten pardos”.

“La primera condición para un mejoramiento de la situación presente es hacerse bien cargo de su enorme dificultad. Sólo esto nos llevará a atacar el mal de los estratos hondos donde verdaderamente se origina. Es, en efecto, muy difícil salvar una civilización cuando le ha llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos. Los demagogos han sido los grandes estranguladores de las civilizaciones. La griega y la romana sucumbieron a manos de esta fauna repugnante, que hacía exclamar a Macaulay: «En todos los siglos, los ejemplos más viles de la naturaleza humana se han encontrado entre los demagogos». Pero no es un hombre demagogo simplemente porque se ponga a gritar ante la multitud. Esto puede ser, en ocasiones, una magistratura sacrosanta. La demagogia esencial del demagogo está dentro de su mente y radica en su irresponsabilidad ante las ideas mismas que maneja y que él no ha creado, sino recibido de los verdaderos creadores. La demagogia es una forma de degeneración intelectual” (De “La rebelión de las masas”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1984).

Por otra parte, la utilización, con fines partidarios, de gran parte de las actividades culturales, deportivas, y de otra índole, lleva a un deterioro de éstas. Víctor Massuh escribió: “Esta politización, definida así como «desmesura de lo político», tiene graves consecuencias. La primera sería la pérdida de la calidad, el empobrecimiento de la cultura. La politización del arte, la religión, la ciencia, la educación, el pensamiento y las costumbres en general, operan una verdadera degradación de cada uno de sus contenidos. El arte se degrada a mero instrumento de propaganda, la educación se envilece hasta la simplificación, el pensamiento se convierte en ideología. La vida social, pública y privada, se exaspera y se torna banal”.

“No se trata de un mal que sólo afecta a las sociedades autoritarias sino también que se da en las democráticas. En los sistemas autoritarios la politización lleva al raquitismo de la actividad política, precisamente en razón de su hipertrofia. Como esta actividad está concentrada en pocas manos, la mayoría de la población recibe sus dictados pasivamente, no interviene en ella. Esto es lo singular de un régimen autoritario: cuanto menos participa el ciudadano en política, tanto más ella se extiende exageradamente hasta poner su sello en todas las formas de la vida social”.

“En las sociedades democráticas la politización se presenta de otro modo: la política se vuelve una práctica absorbente, una fatigosa extraversión callejera, un debate que no cesa. La mayor parte de la vida social transcurre en un estado de asamblea donde todos discuten sobre el arte de gobernar pero nadie gobierna, y cuya salida exasperada es la violencia. El terrorismo aparece siempre en el clímax de la política democrática. En suma, tanto en las sociedades autoritarias como liberales, la politización lleva a las mismas consecuencias: una degradación de la cultura” (De “El llamado de la Patria Grande”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1983).

Tanto en las sociedades totalitarias, como la actual Venezuela, como en las sociedades “en vías del totalitarismo”, como la Argentina, aparece una fuerte división en la ciudadanía ya que el sector mayoritario y dominante pretende “ir por todo”, mientras que el sector minoritario y dominado trata de resistirse a ese proyecto. De ahí que en ambos casos, aproximadamente un tercio del electorado es incondicionalmente adepto al gobierno, un tercio es incondicionalmente opositor y el tercio restante fluctúa según las circunstancias.

Luego de una masiva protesta social (Set/12), autoconvocada por quienes no están de acuerdo con la orientación de la política y de la economía en la Argentina, algunos funcionarios del gobierno la desestimaron y la descalificaron aduciendo que provenía de “sectores de clase media y de clase media alta” y que, por esa razón, no eran representativos del pueblo, ya que consideran como “pueblo” a los adherentes al gobierno, por lo que el resto, perdedor en las elecciones, carecería de derechos para realizar reclamos.

La mentalidad predominante en la clase media le imprime un deseo de vivir una vida normal sin estar sometida a los dictados que emanan de un gobierno que, por otra parte, pareciera disfrutar del hecho de recibir gran parte de los impuestos provenientes de todo el país para “distribuirlos” en la cantidad y forma que crea conveniente. A pesar del crecimiento logrado luego de la crisis de una década atrás, se sigue en una situación de emergencia, al menos es lo que se desprende del hecho de que mucha gente sigue sin trabajar y es mantenida mediante los planes sociales otorgados por el Estado. Incluso un referente del gobierno, el actual senador Aníbal Fernández, expresó en 2003 (por entonces Ministro del Interior) respecto del Plan Jefes y Jefas de Hogar: “Es una porquería ya que significa la demostración más acabada del fracaso de la política”. “El mejor momento va a ser el día que lo saquemos. Va a ser bárbaro, porque los beneficiarios van a tener trabajo y con su plata harán lo que se les antoje y darán de comer en el mejor comedor que existe en el mundo: el de su casa, con la vieja al lado” (De “La Nación”-Buenos Aires 25/08/2003).

Otro de los síntomas negativos, de los muchos que existen, fue el caso del viceministro de Economía, en respuesta a las criticas al gobierno efectuadas por un importante empresario industrial (de la empresa Techint), cuando afirmó que “si queremos, le fundimos la empresa”. De esta expresión puede observarse, en primer lugar, que semejante posibilidad estaría vedada para cualquier funcionario del Estado en países democráticos, ya que en tales países un funcionario particular no podría hacer ni decir lo que su actitud autoritaria le sugiriera en un momento de ofuscación. Podemos preguntarnos acerca de la respuesta que tendría en la opinión pública un funcionario de Corea del Sur que expresara algo similar respecto de la empresa Hyundai. Seguramente el patriotismo de los coreanos promovería un fuerte rechazo ante tales expresiones.

La politización también abarca a la propia educación pública, en donde los contenidos provenientes del conocimiento científico, de validez universal, tienden a ser reemplazados por el “conocimiento” derivado de la ideología que se pretende inculcar. Entre otros aspectos, se trata de lograr que los alumnos sean conscientes de la dependencia económica y cultural que pretende instalar “el imperialismo yankee” por medio de las peligrosas corporaciones, es decir, de las grandes empresas multinacionales. En cuanto a estas empresas y su forma de actuar, podemos mencionar, a manera de ejemplo, a dos de las que figuran entre las veinte mayores empresas del mundo: Intel (el principal proveedor del hardware para computadoras) y Microsoft (el principal proveedor del software). Juntas con Internet (creación realizada con aportes del Estado “imperial”) permiten beneficiarnos de la manera por todos conocida.

Los ideólogos deberían sugerir a los alumnos que no adquieran sus productos y, además, deberían informarles que las mismas han ocupado en el mercado mundial un lugar tan importante debido justamente a los millones de usuarios que han optado libremente por adquirir sus productos, al menos no se conoce que alguien haya sido obligado a comprarlos.

Sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos en contra del “imperialismo”, la Argentina se ha convertido en un importante exportador de capitales de inversión, es decir, ante la tendencia expropiadora del gobierno, han salido en los últimos cinco años unos 80.000 millones de dólares del circuito productivo, muchos de esos capitales incluso podrán haber beneficiado a la economía del “imperio”, aspecto que también los militantes políticos deberían informar a los estudiantes.

A quienes no les resulta sencillo tener una idea aproximada de tal magnitud monetaria, podemos decirles que con 1 millón de dólares puede construirse un barrio de unas 20 viviendas. Luego, ha salido del circuito productivo el equivalente al costo de unas 1.600.000 viviendas. En esos cinco años, los ingresos debidos a la exportación agraria ascendieron a unos 110.000 millones de dólares, por lo que la situación no empeoró de una manera más notable. Entre las causas de protesta de la clase media aparece la indiferencia del gobierno ante la inseguridad, la inflación, etc., aunque todavía no se han sentido voces que le reclamen por haber favorecido el éxodo de capitales, rifando el presente y el futuro económico de la Nación.

La Argentina actualmente es un país fracturado en dos partes; un sector que sigue al gobierno en su aparente lucha en contra del capitalismo y de todo lo que implique civilización occidental, y otro sector que ofrece una resistencia pasiva ya que busca realizar una vida normal y feliz. Es un caso similar al de algunos países islámicos que se encuentran divididos entre quienes tienen como objetivo luchar contra el Mal (EEUU y Occidente) mientras que el resto de la población aspira a una vida sencilla y pacifica.

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