viernes, 3 de abril de 2015

Patriotismo vs. segregación

Una de las formas en que es posible definir al patriotismo consiste en atribuir tal calificativo al individuo que posee una predisposición tal que su pensamiento y su acción estén dirigidos a favorecer la unión de todos los integrantes de una sociedad. Por el contrario, quienes orientan su pensamiento y su acción a la formación y posterior segregación de subgrupos, podemos calificarlos como carentes de la condición mencionada. La segregación de grupos, o de individuos, es, principalmente, de origen racial, social, religioso y político. Podemos distinguir, además, entre los siguientes casos extremos:

a) El grupo que favorece la segregación se encuentra antes viviendo en el lugar al que llegan los futuros segregados. (Este es el caso de los nacionalistas que rechazan la llegada de extranjeros).

b) El grupo que favorece la segregación llega después al lugar en donde viven los futuros segregados. (Este es el caso de la población blanca que discriminó a los sudafricanos en su propio territorio)

c) Tanto segregados como segregacionistas cohabitan desde mucho tiempo atrás en el mismo lugar. (Este es el caso de las divisiones entre castas en la India).

Así como en el individuo puede predominar la actitud del amor, dirigida tanto al prójimo como a sí mismo, en el plano social se manifestará en forma de patriotismo. El egoísmo individual también se ha de manifestar, pero como un egoísmo colectivo, que puede adoptar al nacionalismo como actitud predominante, mientras que el odio, a nivel individual, se habrá de manifestar como adhesión a una política totalitaria, ya sea discriminatoria desde el punto de vista de la raza, o de la nacionalidad, o bien discriminatoria desde el punto de vista de la clase social.

Las actitudes individuales se proyectarán como actitudes sociales de la misma forma en que la ética individual se proyecta luego como una ética social. J. Lacroix escribió: “En su propia esencia, la función de la patria consiste en transportar a la categoría de lo «público» los sentimientos nacidos en la de lo «privado»”.

Quienes promueven los antagonismos entre sectores hablan siempre de “ellos y nosotros”, mientras que el patriota habla siempre de “nosotros”, haciendo extensiva tal alusión incluso al conjunto de la humanidad por cuanto se siente, ante todo, un ciudadano del mundo. Como ejemplo de político creador de divisiones en su propio pueblo tenemos a Juan D. Perón, quien instigaba a sus seguidores a utilizar la violencia en contra de la “oligarquía”, expresando: “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (8/9/47). “Distribuiremos alambre de enfardar para ahorcar a nuestros enemigos” (31/8/51) (Citado en “Critica de las ideas políticas argentinas” de J. J. Sebreli-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2002).

La dictadura peronista hizo que muchos argentinos se sintieran “extranjeros” en su propia patria. La discriminación social que sufrían, produjo grandes divisiones en la sociedad. Tal es así que casi nadie afirmaba ser peronista, algo que los avergonzaba, pero no les impedía, en el anonimato del cuarto oscuro, emitir su voto favorable al dictador. Jorge Luis Borges expresó:

“No hay en Italia un solo fascista, afirmaba Croce, todos se hacen los fascistas. La observación es aplicable a nuestra república y a nuestro remedo vernáculo de fascismo. Ahora hay gente que afirma abiertamente: soy peronista. En los años de oprobio nadie se atrevía a formular en el diálogo algo semejante, declaración que lo hubiera puesto en ridículo. Quienes lo eran abiertamente se apresuraban a explicar que se habían afiliado al régimen porque les convenía, no porque lo pensaran en serio” (Diario “Los Andes”-Mendoza-1979)

Quienes promueven el odio entre sectores o entre naciones, son quienes logran que sus adeptos sean dependientes de los demás, no sólo en el aspecto material, sino en algo mucho más importante; que es el aspecto espiritual. Quienes promueven el odio hacia los EEUU logran que gran parte de la población acepte su inferioridad desde el mismo momento en que adopta tal actitud. Incluso si alguien trata de evitar que vivan una existencia amargada por el odio, haciéndoles ver que también en ese país existen problemas y sufrimiento, interpretarán que quien así les habla es un propagandista del mismo. Jorge Luis Borges escribió: “Odiando, uno depende de la persona odiada. Es un poco esclavo de la otra. Es su sirviente”.

Cuando se hace referencia a un movimiento nacional, o argentino, se entiende, por lo general, que se trata de una tendencia política que no discrimina socialmente a medio país y que no promueve la existencia de sectores sociales excedentes. De ahí que no corresponde hablar acerca del peronismo como un movimiento argentino, por cuanto, además, fue un régimen que trataba de imitar al fascismo de Mussolini y que simpatizaba con el nacional socialismo de Hitler (por algo la Argentina fue, en épocas de Perón, uno de los refugios preferidos por los criminales nazis de la Segunda Guerra Mundial).

Para colmo de males, Perón no dudó en apoyar al terrorismo marxista de los 70. Trató de utilizarlo para facilitar su regreso al poder mientras que los guerrilleros trataron a su vez de utilizarlo para imponer el socialismo. Esa vez Perón siguió mostrando que le interesaba el poder personal antes que su Nación. Así entran en escena los seguidores de Marx, el profeta del odio. Posteriormente la guerrilla marxista se opone al ex-dictador y es combatida duramente por directivas del propio Perón.

Las graves deformaciones ideológicas de la realidad están asociadas, entre otros aspectos, a la “ética de las grandes escalas”. Así, si alguien mata a una o dos personas, se dirá que es un asesino, pero si por sus escritos, por sus órdenes o por sus acciones mueren miles, o millones, de personas, se podrá decir hasta que es un benefactor de la humanidad. En forma similar, si un comerciante, o un industrial, tiene éxito empresarial por cuanto atiende satisfactoriamente la demanda de sus clientes, será considerado como una persona útil a la sociedad. Si ese mismo empresario amplía sus instalaciones y su capacidad operativa, incluso hasta llegar a abrir sucursales en otras provincias, o en el exterior, se lo considerará una persona inescrupulosa y peligrosa para la sociedad. Incluso surgirán deseos de expropiarle sus empresas para repartirlas entre los más necesitados.

La ética de la gran escala tiene alguna relación con la “ley de Marx”, o de la lucha de clases. El marxismo sostiene que el proletariado, o los empleados en relación de dependencia, son los poseedores de las más nobles virtudes, mientras que los empresarios (la burguesía) son los poseedores de los peores defectos. Como consecuencia de ello, se sugiere a los primeros expropiar a los últimos de sus bienes, mediante una revolución violenta, para establecer la “dictadura del proletariado”. Debido a los “nobles fines” del marxismo, se le perdonan los millones de asesinatos en sus intentos por imponerlo a nivel mundial.

Los terroristas de los 70 cometieron unos 1500 asesinatos y más de 20.000 atentados a la propiedad. Sin embargo, como se trataba de asesinatos y atentados a favor del advenimiento del socialismo, se les atribuyen elogios por parte de un sector importante de la población. Marcos Aguinis escribió:

“En la Argentina, tan castigada por el terrorismo, se ha resbalado la hipocresía ideológica de sólo llamar así al terrorismo de Estado. Los crímenes perpetrados por organizaciones independientes (o aparentemente independientes) de un Estado no entran en el concepto, aunque alteren la vida de un país, asesinen a ciudadanos desarmados y arrastren a una anarquía que puede desembocar en una guerra civil. Esta interpretación fue sostenida por nuestra Corte Suprema de Justicia”.

“Con su extraño criterio, Al Qaeda no sería una organización terrorista y sus integrantes podrían encontrar hospitalario refugio en nuestro país”.

“De esta forma los integrantes de FAL, ERP y Montoneros pueden seguir gozando de amnistía o impunidad, aunque hayan asesinado civiles, destruido instituciones, alienado a gran parte de la juventud y empujado el país hacia otro golpe de consecuencias devastadoras” (De “El atroz encanto de ser argentinos” Tomo 2-Editorial Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).

Varias de las victimas del terrorismo marxista eran empleados jerárquicos de grandes empresas. Recordemos que si se trata de una gran empresa, aplicando la ética de la gran escala, se tratará entonces de establecimientos nefastos para la sociedad y deben ser destruidos de alguna forma. Marcos Aguinis escribe:

“Las organizaciones guerrilleras –estimuladas, armadas y entrenadas por otras organizaciones guerrilleras y algunos Estados- cometieron innumerables crímenes antes del golpe de Estado y antes de que naciera el monstruo de la Triple A. Sus integrantes no sólo asaltaron cuarteles y asesinaron militares, sino civiles. Cometieron crímenes de lesa humanidad o violaron el derecho humanitario, úsese la terminología que se quiera”.

Luego de una lista de nombres de asesinados, prosigue: “…Su pecado había sido trabajar para empresas como Fiat, La Cantábrica, Hilandería Olmos, Tiendas Elena, Sancor, Swift, Materfer, Schering, Textil Oeste, Peugeot…”

Es oportuno señalar que varios de los integrantes de Montoneros forman parte del actual gobierno nacional (2012). Incluso son quienes se atribuyen el carácter de “defensores de los derechos humanos”. Aunque al argentino medio “la corrupción no le importa en lo más mínimo con tal que no le toquen el bolsillo”.

Cuando la búsqueda del poder supera ampliamente las intenciones de lograr mejoras para el bienestar general, se muestra poco patriotismo. Marcos Aguinis prosigue:

“Todo el país cae al pie del omnipotente sillón presidencial, que derrama los bienes según convenga para mantener su popularidad, no para construir el futuro. También se ocupa de terminar obras públicas visibles, pagar sueldos y cumplir con algunos jubilados. Ese dinero no se reparte con visión de mediano o largo plazo, sino con vistas a las próximas elecciones. Y después será para la siguiente. Importa el poder, sólo el poder”.

La democracia se desvirtúa cuando existe una exagerada concentración de poder. James Madison escribió: “La acumulación de los poderes legislativos, ejecutivos y judiciales en las mismas manos, no importa si en una, o pocas, o muchas, en forma hereditaria o auto-asignada o electiva, justifica que se la califique con la precisa definición de tiranía” (De “El federalista”)

La actitud del gobierno actual se muestra claramente a través de programas partidarios en la televisión estatal, que está al servicio del partido dominante. La permanente burla, difamación y calumnias para todo argentino o sector que adhiera a la democracia plena, hace que muchos sintamos, en un primer momento, que somos un excedente de la sociedad. Recordando el pasado, al menos podemos entender las causas de tal segregación social.

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